miércoles, 23 de abril de 2008

El Club


Por Carla Maldonado Larrondo

Hago una invitación pública a todas las personas obsesivas, maniáticas, rutinarias, acostumbradas, histéricas, insistentes, especímenes varios presentes dentro de nuestro variado imaginario social, he aquí el lugar donde trataré reunirlos. No con otro fin más que el de observarnos, entender en que estamos y, porque no, burlarnos un poco de nuestras actitudes.

Pertenezco hace años a un club, y no a cualquiera, me refiero al club oficial de los acostumbrados. Si, es verdad, con sólo veinte años soy una mujer que no puede cambiar su lugar en la mesa, que siempre pide el mismo combo en el Mc Donald’s “me da una pechuga grill con Coca light”, que siempre hace el mismo ritual antes de acostarse. Pero con el paso del tiempo… ¿Qué cosas no se convierten en una costumbre en nuestra vida?

Nos acostumbramos a dormir a una hora específica, a colgar la ropa de una misma manera, a la taza preferida (con formas o de algún equipo de futbol), hacer discursos en las reuniones familiares, el mismo desayuno, revisar la billetera antes de pagar, dormir en el mismo lugar de la cama, usar la misma almohada “baboseada”, y si de dormir se trata, hay algunos que no lo pueden hacer con la luz o el televisor encendido y otros necesitan tener todo prendido hasta que se duermen. Para varios estudiantes es inconcebible no sentarse al lado de la pizarra. Y si de¡¡trancados!! Se trata, para ellos es imposible entrar al baño sin fumarse un cigarrito. Cantar en la ducha, dormir en posición fetal o simplemente de “guata” (bien chilensis). Ir todos los domingos a misa. En el bus, comprar siempre el asiento del lado de la ventana para mirar el paisaje o el pasillo para no sentirse ahogado, los más cuicos…Eligen los asientos delanteros del avión para no escuchar el ruido del motor, y para los que andan en micro, sentarse atrás para no tener que ceder el asiento.

Evidentemente costumbres personales hay muchas, sin embargo todos tenemos claro que debemos comer con cubiertos ya que se nos ha establecido así, o que el parentesco familiar está determinado por cuestiones naturales, a diferencia de la concepción que tenemos como individuos cuyos parámetros recaen exclusivamente sobre patrones o, como vengo mencionando: costumbres. Frente a tanta regla surge un cuestionamiento ¿Son éstas reglas capaces de gobernarnos a la hora de sentir afecto por otros, es una costumbre esto que llamamos amor?

He aquí una de las tantas interrogantes sociales… ¡Ustedes dirán!

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